Este cuento, una princesa de cuento ha sido creado en una mañana literaria, intercambiando impresiones con los escritores más jóvenes con los que he podido entablar conversación, niños de cuatro a diez años. Un cuento creado por niños al que voy a tratar de dar forma escrita sin cambiar su desarrollo.
Una princesa de cuento: La princesa no rescatada
Érase una princesa que ni era rubia del todo, ni morena por completo, eso sí era muy alta y delgada, pero normal de guapa, una cosa si destacaba en ella y esta no era otra que tenía una tripa prominente, de eso tenía la culpa una aceituna y un pepinillo que se comió un día sin tener hambre ninguna, y que por alguna extraña razón le hicieron crecer la barriga.
Luego estaba el pirata, que era muy bajito y nada malo, aunque tenía encerrada a la princesa en una torre muy… muy… pero que muy alta.
En esta historia también hay un príncipe, tan alto como la princesa y con súper poderes, en concreto tenía el poder de volar como los pájaros, aunque viajaba en caballo para que nadie lo supiese, y poder ir de incógnita.
Un día el rey pidió a este príncipe que fuese a rescatar a su hija, de aquella torre en la que se encontraba secuestrada por el pirata. El príncipe no pudo negarse y el rey le prometió entregar a su hija como esposa, si la traía de vuelta al reino.
El príncipe con su lustroso caballo atravesó dos montañas, tres llanuras, cuatro ríos y un país entero hasta encontrar la guarida de aquel pirata.
Pensó que era muy fácil eso de rescatar a la princesa, ya que en lo alto de la torre había una ventana; volaría hasta llegar a la ventana, pediría a la princesa que se asomase por ella, y en brazos muy delicadamente la bajaría al suelo, para luego huir montados a caballo hasta su reino.
Y así lo hizo… voló y voló como vuelan los pájaros hasta llegar a la ventana, claro que las cosas que se ven desde el suelo, y sobre todo si están tan altas como aquella ventana, cuando te acercas descubres que no son lo que parecen, y aquella ventana, era una ventana eso es cierto, pero para enanos, o nomos, o gusanos de manzana, porque nadie podría sacar por ella mucho más que un brazo.
Pero el príncipe que era muy valiente no desistió, y cavó… y cavó un buen agujero para entrar en el interior de la torre.
Cuando entró se encontró con el pirata que se tapaba los oídos, porque la princesa gritaba con tal entusiasmo, con tal fuerza, de una manera tan improvisada y reiterante que no había quien pudiera aguantar tal martirió, más de dos minutos.
Aquel príncipe valiente desenfundó su espada, el pirata como era muy bajito, tan bajito que apenas le llegaba al príncipe por las rodillas, para no verse en desigualdad en la contienda, se subió sobre dos sillas en equilibrio, apoyándose con su única pierna mientras que con la de palo se zarandeaba hacia delante y hacia tras por no saber dónde ponerla.
Los gritos de la princesa taladraron los oídos del príncipe y a gritos para entenderse preguntó al pirata, señalándole con la punta de su espada.
-¿Quién grita así?
-¡La princesa!
-¡Qué horror es inaguantable!
-Yo estaba pensando en soltarla, me tiene completamente desquiciado, es una mal educada, todo lo pide a gritos, y no te cuento nada sobre sus reales pataletas de princesa consentida
-¡No puedo tener una contienda justa contigo!
-¿Por qué? ¿No has venido a salvarla?
-Si he venido a salvarla, pero si te soy sincero su padre el rey me ha prometido que si la salvo me casaré con ella, y… prefiero no hacerlo viendo la voz tan chillona que tiene
-Yo te doy las llaves y tú la rescatas, no tenemos por qué combatir, de hecho estaba deseando que viniera algún príncipe a por ella, ese es mi trato con su padre, me pidió que la secuestrara para que así pudiera casarla, porque es inaguantable la verdad.
El príncipe viendo que ambos habían sido engañados por el rey, propuso al pirata que se bajase de las dos sillas en las que estaba encaramado sosteniéndose en equilibrio, luego las colocó y ambos se sentaron en ellas.
-Estoy pensando señor pirata, que si la abrimos la puerta y la dejamos mi caballo, ella misma puede regresar a casa
-Pero el rey se enfadará
-Yo en realidad he venido a rescatarla porque soy un príncipe aventurero
-¡Yo también soy un pirata aventurero! De hecho en cuanto terminé con esta misión arrió velas y me voy de aventuras
-¿Puedo irme contigo?
-Está bien, serás… ¡el príncipe pirata!
Y eso fue lo que sucedió, que ambos gritaron a la princesa desde el portal de la torre que ya era libre y que podía volver a casa en el caballo.
Mucho antes de que la princesa bajase todas aquellas escaleras, el pirata y el nuevo príncipe pirata ya se encontraban rumbo a otras aventuras.
Y colorín colorado este cuento entre todos inventado ha llegado a su fin.
FIN
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