Cuento infantil: Tres días en la luna y… los reyes sin saberlo

Cuento infantil: Tres días en la luna y… los reyes sin saberlo

Me llamo Pepa  tengo seis años, y esta es la historia de que sucedió  la noche de reyes cuando a mi madre le dio por irse a la luna.

Beatriz es una chica muy maja, me cuida todos los día que mamá trabaja, tiene la cabeza algo a pájaros pero lo compensa porque me hace reír mucho. Y juega a las muñecas conmigo, y a las peluquerías. Tiene diecinueve años pero desde que tenía dieciocho está pendiente de mí. Ahora habla mal porque le han puesto un aparato en la boca, y es difícil de entender porque aún no se ha acostumbrado a llevarlo, así que últimamente soy yo la única que entiende lo que dice aunque no lo pronuncie bien.

10000127_10201365849739952_1491882212_nLa tarde de la cabalgata me iba a llevar ella, porque mi madre  fuera capaz de volar por encima de los edificios y las calles, no llegaría a tiempo ni a posta. En nuestra familia solo somos mi madre y yo, bueno y… Beatriz que nos ayuda mucho, el caso es que el jefe de mi madre no entiende que tenemos que ir juntas a algunos sitios, como ir a la cabalgata,  al dentista o a ver la representación de navidad al cole.  El caso es que mi madre y yo necesitamos ese trabajo, así que ambas nos sacrificamos para poder vivir y hacernos dos mujeres de provecho.

No es que me queje de que Beatriz me acompañe a todos los lugares donde yo tenga que ir, y tampoco es que me queje de mi madre, de quien me quejo es del jefe de mi madre,  que ojalá un día tenga un hijo o un montón, y sepa lo que sufrimos los niños sobre todo cuando somos niños, por cosas como… la de no poder llevarnos a nuestra madre a ver la cabalgata.

Me acuerdo perfectamente que había venido el novio de Bea a buscarnos en su coche, es alto, delgado y lelo del todo, pero buen chico también.  Lo de lelo no sé muy bien que es, pero mi madre lo dice siempre, dice que desde que Bea y Manuel se enamoraron les entró la inoportuna “lelez”. A mí personalmente que padezcan o no de lelez no me importa, porque desde que Bea tiene novio, vamos en coche a muchos sitios.

Precisamente veníamos en el coche de Manuel de regreso a casa; yo traía un montón de caramelos porque el novio de Bea había hecho un cursillo acelerado de recoger caramelos en cabalgatas, y casi batimos un record, porque muy poco le faltaba a la bolsa de la compra para estar completamente llena. Casi… casi  cuando estábamos a punto de llegar al portal sonó el teléfono móvil de Bea, apenas la entendí bien, pero su novio paro el coche y habló con mi madre.

Cuando llegamos a casa Bea hizo mi maleta de viaje, pero no la grande si no la pequeña, la que coge mi madre cuando nos vamos pocos días, guardó en ella unos vestidos, unos pantalones, jerséis, mudas y todas las cosas que le parecieron necesarias. Yo la miraba no entendiendo muy bien porque me preparaba la maleta. Por otro lado Manuel preparaba unos bocadillos en la cocina, y corrían por toda la casa poniendo cara como de pena. No era la cara de lelez que ellos normalmente se ponían, que es algo así como la cara de un gato que quiere leche tibia, esta era algo así como la de… ¡déjame entrar que hace frio!

Pero una cosa si había aprendido  al estar tanto tiempo con quienes padecen de lelez, y es que la cara se les trasforma en caras incomprensibles de dibujos ñoños de animalitos, y estas caras que ellos me ponían no eran muy diferentes a las caras que se ponían cuando nos sentábamos en el sillón a ver pelis de dibujos, normalmente Manuel se sentaba a mi derecha y Bea a mi izquierda, y mientras yo veía los dibujos ellos se miraban con cara de lelez. A mí me hacía muchísima gracia, pero aquella cara que ponían la noche de reyes era mucho más profunda, como más ensayada y eso comenzó a preocuparme.

Como algo de lo que habló Bea con mi madre si entendí, y aunque me pareció alucinante es lo que entendí, no dude en preguntarles que sucedía mientras bajábamos por las escaleras del portal cargados con la maleta.

-¿Por qué mi madre se ha ido a la luna la noche de reyes?

Ambos se rieron, y Bea me dio un beso mientras me explicaba…

-¡Ya ves…! Para mí que quiso llegar a la cabalgata se puso a volar, no cogió el camino correcto con eso de las prisas y ahora está en la luna, hasta el lunes no vuelve

Según escuchaba lo que Beatriz me decía, me enfadaba más y más con el jefe de mi madre, si le hubiera dejado salir antes, ella no se hubiese dedicado a volar por los tejados,  y no se hubiese confundido de trayecto, y no hubiera acabado en la luna, justo… justo… la misma noche de reyes.

Bea me explicó que me llevaban a casa de mi bisabuelo, eso es otra cosa de la que presumo mucho, de tener bisabuelo, porque un bisabuelo es algo así como tener el abuelo de los abuelos por excelencia. Mi abuela vivía con mi bisabuelo en una casa apartada del mundo en mitad de la sierra, como a dos horas en coche de la ciudad.

No sé exactamente cuando me quedé dormida, pero cuando desperté lo hice en la cama de la casa de mis abus.

El pasillo olía a leche caliente, mis abus tienen dos vacas, cuando las ordeñan por la mañana hierven  la leche, y  el olor a nata impregna la casa.

Me levanté de un brinco, era la mañana de reyes y estaba deseando ver mis regalos, había estado esperando ese momento desde el mismo instante que escribí mi carta, en ella pedía una muñeca de peluquería, pero la rubia la moreno no… porque la morena era la de maquillaje esa ya la tenía, yo quería la de peluquería que es la rubia, tres cuentos, una caja de lapiceros de colores. Pero sobre todo, lo que realmente quería que me trajeran, era un jefe nuevo para mi madre. Porque el que tenía no me gustaba nada.

Corrí por el pasillo hasta el salón, pero allí no había nada, del salón volví a la habitación, pero nada, me recorrí toda la casa de aquí para allá buscando aunque fuese algo de carbón dulce pero ni rastro. Así que pensé… y… si lo he soñado, y  si  estoy de vacaciones con los abus. Aunque me pareció raro llevar un pijama de paño en pleno agosto.

Cuando mi yaya me sintió correr por toda la casa vino tras de mi para abrazarme y comerme a besos como suele hacer.

No dije nada hasta que no nos sentamos en la cocina a desayunar el bizcocho que mi yaya había hecho.

-¡Yaya…!

-¿Qué?

– Una pena que este año no tengamos… ni roscón… ni reyes ni nada, mi madre tenía que estar hoy conmigo, desayunando roscón, desenvolviendo los regalos, y no en la Luna por culpa de ese jefe suyo

Nada más decir esto mi abuela me miro con los ojos como platos, y se atragantó con el bizcocho. Me dio la impresión que ella no sabía la verdad, y que había metido la pata diciéndoselo sin cerciorarme antes. Así que me levante para que no se preocupara, la di un achuchón enorme y la calme.

-¡Yaya! No te preocupes, ya verás cómo mamá vuelve pronto, eso sí… en cuanto tenga la ocasión de ver al jefe de mi madre le pienso decir cuatro cosas, ese no se queda así tal cual, porque seguro que está en su casita tan a gustito y mi madre preocupadísima esperando un viaje de vuelta.

A mi abuela mis palabras la emocionaron porque vi como sus ojos se encharcaban, pero se los seque rapidito y proseguí para que no llorase.

-¡No llores abu! Que seguro que algo nos trae mamá de la Luna cuando regrese

Entonces mi abuela me dio otro achuchón y me dijo algo que no me esperaba ni soñándolo

-¡Sabes…!

-¿Qué?

-Tu tía Marta viene a verte desde Paris, creo que llegará esta tarde

-¡Mi tía Marta… mi tita!

Mi tía Marta aparte de ser mi única tía, es mi tía favorita por excelencia, y la hermana pequeña de mi madre, es científica, pero científica… científica de esas que investigan ¿Qué investiga? No lo sé, pero lo que sí sé… es que sus investigaciones van muy adelantadas, porque mamá se lo pregunta siempre que hablamos con ella por teléfono, siempre le pregunta… ¿Cómo van tus investigaciones? Y ella responde… ¡Muy bien… muy adelantadas!, a lo que mi madre responde… “Cualquier día te vemos en las noticias” y se echa a reír.

Luego fui a buscar a mi bis, que aunque de viejito que esta anda así como agachadito, sigue cuidando a sus dos vacas, sus cuatro gallinas, su perro y su gato.

La verdad es que se me pasó muy deprisa el resto del día, cuando menos me lo esperé apareció mi tía Marta.

Nos besamos, comimos bizcocho con chocolate y hablamos sobre todo aquello del viaje a la Luna de mi madre, realmente fue ella quien sacó la conversación.

-¡Pepa…! Ya se lo de tu madre, mira que irse a la luna precisamente la noche de reyes

-¡No te enfades con ella! Ella hizo lo que pudo, la culpa es de su jefe que no la dejó salir antes, estoy segura

-¡Siento lo de tus reyes!

-A mí me da igual, yo conque vuelva mamá de la Luna me conformo

-¡Tengo una idea!

Dijo mi tía levantándose de la mesa y dirigiéndose a sus maletas, de entre ellas sacó un maletín, que puso sobre la mesa, lo abrió y de él sacó un ordenador portátil.

-Tú no lo sabes sobrina, pero yo tengo línea directa con los reyes magos, voy a encender el ordenador y vamos a hablar con ellos, y explicarles lo que te ha sucedido

Ya sé que os estará costando creer que mi tía puede chatear con los mismísimos reyes magos, por muy científica que sea, pero es cierto, os lo aseguro, yo misma lo vi con mis propios ojos.

Estuve chateando con ellos en vivo y en directo, les conté todo lo que nos había sucedido a mi madre y a mí, y me prometieron que harían una noche de reyes especial y única para mí.  Que cuando volviese a casa y mi madre ya estuviese allí, ellos pasarían a dejarme los regalos aunque ya lo hubieran hecho para todos los niños, conmigo harían una excepción, retrasarían sus vacaciones únicamente para  que yo también tuviese día reyes.

Y así fue… dos días después de llegar a casa de mis abuelos, mi tía volvió a por mí y me llevó a casa. Mamá estaba tan cansada del viaje a la luna, que tuvo que estar en cama un par de días para reponerse, incluso se había hecho una rozadura con los cinturones de seguridad y la habían tenido que vendar.

La mañana que desperté con mi madre y con mi tía en casa, hubo roscón y abrimos los regalos, me trajeron todo lo que pedí, bueno todo no, mi madre siguió teniendo el mismo jefe, aunque este dejó que se recuperase de aquel viaje a la Luna, dándole unos días de vacaciones, que disfrutamos de lo lindo, pues nos fuimos las tres cargadas con los regalos a casa de mis abus.

Y esta es la historia del aquel años que a mi madre le dio por viajar a la luna, y los reyes vinieron unos días más tarde por no saberlo.

 

 

 

 

 

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