Cuento infantil: Andrea tiene duende 2ª parte «Andrea, verde y Papa Noel
Dos días antes Andrea había terminado el colegio. Una súper fiesta con disfraces, villancicos, y alguna actuación fue lo que su amigo Verde se había perdido, pero a Verde no le disgusto mucho esto, porque Andrea traía unas notas de júbilo para toda la familia; en el boletín todo aparecía con un notable más. Todos se sintieron orgullos de ella incluido Verde, que desde que las vio, supo perfectamente que tenía que darla el mejor de los regalos.
Verde no sabía cuál sería el mejor de los regalos, así que no dudo en investigar, tenía poco tiempo, ya que marchaban de viaje a las montañas donde pasarían la Navidad con los abuelos.
Andrea le dejo a Verde su casita de muñecas para que la usara como vivienda. A Verde le encanto la idea, era una casa increíble, tenía una salón provisto de sillón, mesa y sillas, una habitación con una cama, un baño, armarios, e incluso un mirador. Lo único que no le gustaba mucho, era el color, pues todo y toda la casa era de color rosa. Pero tenía la mejor de las amigas y eso era lo que realmente le hacía feliz…
Verde estaba en su salón rosa, sentado en el sillón dándole a las ideas, cuando Verde pensaba, pasaba algo sorprendente, sobre todo si lo hacía concentrado, y no era otra cosa que cuando ponía mucho interés, echaba humo por las orejas, este humo cambiaba de color según nacían las ideas. Al lado del sillón donde Verde estaba pensando existía una chimenea, rosa, claro está, y el humo que le salía a Verde por las orejas se marchaba por la chimenea.
Andrea aún no se había despertado, pero Verde llevaba ya un rato echando humo por las orejas, y cuando salía por el tiro del tejado parecía un arcoíris, además este humo tenía olor, olía a dulce y golosinas.
Cuando el humo llego a la cama de Andrea su olor la despertó. Andrea abrió los ojos, y vio aquel arcoíris humeante que salía por el tiro de la chimenea, se froto los ojos dos veces, porque no había visto nunca nada igual, además que olor más rico, pensó que Verde estaba cocinando pasteles, y se fue directamente a su casa para investigar.
Verde no se percato de que Andrea ya había despertado, estaba tan sumamente centrado en sus pensamientos que no se dio ni cuenta de cómo le miraba desde el ventanal del mirador.
Andrea vio como le salía aquel humo de colores a Verde por las orejas, y se rió, Verde tenía esa cualidad, siempre la sorprendía con sus actos sobrenaturales, pero este le pareció uno de los mejores, y no pudo contener su risa.
Verde ni la escucho reír, el seguía con su pensar humeante, y Andrea le miraba por el ventanal, vio primero como sus orejas derramaban un humo azul cielo, luego verde, luego rojo, violeta, naranja, amarillo; el humo se marchaba a la chimenea, se juntaba allí, y luego salía por el tiro en forma de arcoíris.
Andrea acerco la cara para olerlo, que rico olía aquel arcoíris, la casa de verde parecía una pastelería.
Andrea tenía que saber el origen de aquel arcoíris de pastelería, así que no dudo en llamar su atención.
Volvió a mirar por el ventanal del salón para que Verde la viera, pero nada, Verde seguía a los suyo, echando humo por las orejas. Así que no dudo ni dos segundos en interrumpirle.
– ¡Buenos días Verde!
Dijo Andrea en voz bajita para no asustarle, pero Verde no la escucho, no la quedo más remedio que levantar un poquito más el tono de voz.
– ¡Buenooooos Diaaaas Verde!
Entonces Verde dejo de echar humo, abrió los ojos como platos, y todo aquel humo que embriaga la habitación de Andrea a pastelería desapareció como por arte de magia.
– ¡Buenos días Andrea! ¿Llevas mucho rato despierta?
La pregunto desconcertado, seguro que había visto como pensaba, y tenía que salir airoso de aquel atolladero.
– Un poco, me despertó el olor a chuches y pastel que salía de tu chimenea, ¿porqué te salía humo de colores por las orejas?
Verde tenía que pensar algo rápido, pero que muy rápido
– Estaba imaginando, solo eso,
– ¡Imaginando!, pues cuando jugamos también imaginas y no te sale humo de colores, y menos con ese olor tan rico.
– ¡Ya!, pero lo que yo imaginaba ahora mismo, era para echar humo, ¡créeme!
– ¡a ha!, y ¿qué imaginabas?
Vaya lio, con Andrea se tiene que tener mucho cuidado, porque es una niña muy inteligente, como casi todos los niños, y las caza al vuelo.
– ¿Es que imaginabas pasteles?
– Algo así, imaginaba que andará haciendo Noel ahora mismo.
– ¿Noel?, hablas de Papa Noel, el que trae los regalos en noche Buena.
– ¡Si!
– Pues no es difícil de imaginar, pero como eres, pues que va a estar haciendo, repasando su lista, esa donde nos tiene a todos, incluida a mí, a mi no me preocupa he sido buena, seguro que lo sabe.
– ¡Pues claro que lo sabe!, Noel lo sabe todo, tengo un amigo que trabaja para él, cuando ha venido a visitarme alguna vez, me ha dicho que lo ve todo, es increíble pero lo ve todo.
– ¿Tienes un amigo que trabaja para él?, que suerte, a mi me gustaría mucho darle un beso, ¡deberás!, no dárselo a los que le sustituyen porque tiene mucho trabajo, que alguno que otro ya se lo he dado, me gustaría muchísimo dárselo a Noel personalmente.
Verde sonrió, sin quererlo ya sabía que le haría ilusión a Andrea, sabia cual era el mejor de los regalos, Andrea se lo había dicho sin darse cuenta. Pero lo difícil venía ahora, ya que Noel estaba muy ocupado, y por muy buena que hubiera sido Andrea, necesita algún argumento más para que Noel se dejara besar en unas fechas tan señaladas, y con tantísimo trabajo por hacer.
La madre de Andrea la llamo para desayunar, tenían prisa se marchaban de viaje. Verde aún no sabía que él iría también, su mejor amiga lo tenía muy claro, no pensaba dejarlo solo.
Andrea desayuno rápido, se lavo y se marcho corriendo al dormitorio para vestirse, fue entonces mientras preparaba sus cosas para el viaje cuando se lo comunico a Verde.
– ¡Verde! Tienes que darte prisa, nos vamos, te llevo conmigo, si quieres claro, tu prepara tu maleta, que la guardo en la mía.
Que ilusión le hacía a Verde, ese viaje, ya que la abuela de Andrea vivía en la montaña, y la casa estaba rodeada de Pinos; Verde podría recoger un montón de magia y energía en aquel viaje. No lo dudo ni dos segundos, metió en una maleta de Barbe todo lo necesario, se arregló tan rápido como pudo.
La verdad es que lo hicieron muy deprisa los dos, en apenas unos minutos estaban listos.
Andrea había pensado en todo, Verde se escondería en el bolsillo de Marcelino, así podría ir en el coche con ella, y mirar el camino de ida.
Su madre entro en la habitación, recogió la cama, cerro la maleta, y advirtió a Andrea que se pusiera el abrigo y cogiera a Marcelino, que su padre la estaba esperando afuera en el coche para salir de viaje.
Cogió a Marcelino, y llamo a Verde.
– ¡Verde!, ven escóndete en el bolsillo de Marcelino, así vendrás sentado conmigo en el coche.
Verde la hizo caso, se metió solo en el bolsillo, Andrea abrazo a Marcelino y se dispuso en marcha.
Su padre la sentó en la silla de viaje, la ato bien, y luego le dio a Marcelino como era de costumbre para que no se sintiera sola en la parte de atrás del coche, lo que no sabían sus padres era que ella no iba sola, iba con su mejor amigo Verde.
Cuando comenzaron el viaje, Verde solo asomo un poco la cabeza por el bolsillo de Marcelino, pero según pasaron los minutos, la madre de Andrea se quedo dormida, y el padre estaba súper concentrado en la carretera, así que decidió liberarse y estirar las piernas.
Andrea se dio cuenta, y le ayudo a salir del escondite, ya sabemos que Marcelino tiende a enredar todo lo que cae en su bolsillo.
Verde ahora miraba por la ventana del coche, aquel viaje le gustaba, y mucho. Se subió al hombro de Andrea para poder hablar un ratito con ella.
– ¡Que bonito esta el campo!
La dijo todo ilusionado, por unos momentos se olvido de cómo prepararía el regalo de Andrea.
Fue un viaje estupendo, Andrea y Verde lo disfrutaron todo entero y desde el principio, fue tan bueno que se les paso en un abrir y cerrar de ojos. En un tris-tras ya estaban en casa de la abuela.
Una casita de cuento en mitad de la montaña, echando humo por la chimenea. Lo bueno de estar en la casa de la abuela, era la libertad con la que Andrea podía salir y entrar, como el peligro era escaso sus padres la dejaban campar casi a sus anchas.
Nada más llegar los achuchones y besos salieron a su encuentro, sus abuelos eran así, melosos y melosos, de besos y abrazos.
Pasados unos minutos si la pillaban por el pasillo o en el jardín también la espachurraban y la besaban, pero Andrea ya procuraba escabullirse para investigar. Eso la encantaba, era lo mejor de estar en casa de los abuelos, todas esas cosas interesantes por descubrir.
Andrea dejo a Marcelino sobre la cama, Verde y ella decidieron ir a dar una vuelta. Verde se escondió en el bolsillo del abrigo de Andrea, y salieron fuera.
La ladera de la montaña ese año estaba impresionante, todo tan nevado, el pinar parecía una postal, Verde estaba feliz, muy feliz.
– ¡Que lugar tan bonito!, muchas gracias por traerme, mira como huele a pino – le dijo a Andrea mientras respiraba fuerte, fuerte,- mmmmmmmmmmm, que rico, es el mejor olor que conozco.
– Pues a mí me gustaba el que echaba tu chimenea esta mañana, a poco más casi me lo como.
Le dijo Andrea a Verde, mientras reía, eso le recordó que tenía que solucionar lo del regalo, pero ahora estaban juntos y habían decidido hacer un muñeco de nieve.
Un muñeco estupendo les quedo, tan estupendo que tanto sus padres como los abuelos decidieron sacarle unas fotos, antes de ir a comer.
Mientras Andrea disfrutaba de una comida en familia, Verde decidió salir un rato, aprovecharía para solucionar lo del regalo, intentaría ponerse en contacto con su amigo, pero para ello, necesitaba encontrar el pozo de los encuentros.
Este pozo lo usan los duendes las hadas, y todos los seres mágicos de este mundo, existe uno en todos los sitios, pero si no se conoce hay que encontrarlo, Así que Verde se dispuso a su búsqueda.
Nada más salir se encontró con una lechuza, ¡Que bueno! –Pensó-, nadie mejor que la lechuza para llevarle al pozo.
– ¡Buenos días!, señora lechuza, estoy de visita en su bosque, soy un duende de los pinos, me haría el favor de acercarme al pozo de los encuentros.
– Con mucho gusto.
Contesto la señora lechuza mientras ofrecía su lomo para que Verde subiera. Le llevo volando, la verdad es que no estaba lejos de la casa, pero si escondido.
Era un pozo muy hermoso, pero también muy solicitado, más en las fechas en las que nos encontrábamos, menuda hilera de espera tenía el pozo, Duendes, nomos, elfos, hadas. Había un montón de seres mágicos haciendo cola. Verde se puso en ella, un poco nervioso, pero era forastero en aquel bosque, y no le quedaba otra que esperar.
Los nomos y los elfos tenían una algarabía propia de estos días, las hadas y las ninfas lucían especialmente hermosas. Pero Verde estaba inquieto, no quería que Andrea se preocupase por su ausencia, y la cola para usar el pozo estaba a rebosar.
Entonces paso algo increíble, el duende que regia el pozo grito desde el fondo su nombre.
– ¡Verde! ¿Eres tú?
Verde, abrió los ojos todo lo que pudo, y le vio, era su primo el Piña, siempre lo encontraba en los sitios más inesperados.
– ¡Piña eres tú!
Grito súper contento, por aquel encuentro. Piña atravesó la hilera corriendo hacia donde Verde se encontraba, para saludarle como se merecía.
– ¡por todos los seres mágicos! Qué alegría volver a verte.
Le dijo a Verde mientras se abrazaban con el ímpetu de no verse desde hacía ya muchos años.
– ¿y qué te trae por aquí?
– Pues he venido con una amiga, y como es la mejor de las amigas, pensé en hacerla un buen regalo, para lo cual necesito ponerme en contactos con Baston-Claus, creo que solamente él puede ayudarme.
– ¡Vaya!, debe ser muy buena amiga, ya sabes que Baston-Claus, ahora está muy ocupado, anda con Noel ultimando.
– ¡Lo sé!, ¡Lo sé!, pero deberás debo intentarlo por lo menos.
– ¿y qué es lo que tenias pensado, Verde?
– Un beso de Noel, simplemente eso.
– ¡Simplemente un beso de Noel!, pues creo que te puedo ayudar.
Verde no se lo podía creer, que suerte, pero como podría ayudarle Piña.
– Espera aquí un segundo.
Le dijo Piña a Verde, y desapareció, como los duendes pueden hacer, Verde estaba nervioso, el tiempo pasaba y no quería preocupar a Andrea.
Pero Piña no tardo más de un par de segundos en volver.
– Mira tengo un saco de besos de Noel, me los dio él por si los necesitaba.
Pero qué suerte, pensó Verde, solo necesitaba uno.
– Solo necesito uno, con un beso de Noel me es suficiente.
– Ya sabes cómo funcionan – metió la mano en aquel saco, y sustrajo algo parecido a una canica de cristal, que brillaba con una luz muy intensa.
Verde guardo el beso en su bolsillo, y se despidió de Piña, le quedo muy agradecido por su ayuda, tanto que le invito a su nueva casa rosa.
Y uso su magia para regresar a casa de la abuela. Llego a tiempo, Andrea había comido, incluso se hecho la siesta con su abuelo.
La noche empezó a caer, como también empezó a caer la nieve nuevamente, la casa tenía ese color especial que regala la navidad. La cena fue entrañable, pero para Andrea como para todos los niños, corta, ya que tenían que irse a dormir pronto, para que Noel pudiera hacer su trabajo.
La abuela de Andrea la llevo a la cama, la arropó y la leyó un cuento. Luego cerró la puerta y les dejo por fin solos.
Andrea llamo a Verde para que se metiera en la cama calentito con ella.
– ¡Verde!, ¡Verde!
– Estoy aquí.
La dijo desde los pies de la cama, Andrea se incorporo para poder verle, y cuando lo hizo, se la iluminó la cara como siempre la pasaba cuando estaban juntos los dos.
– Verde tienes que dormirte, que viene Papa Noel, y si te ve despierto se enfadara.
– De eso precisamente quería hablarte.
– ¡de Noel!
– Si de Noel, tengo algo para ti de su parte.
– ¡De veras! ¿Qué es? ¿Qué es?
Le dijo Andrea toda ilusionada, Verde tenía su regalo preparado, metió la mano en su bolsillo, y saco aquella bolita de cristal, que brillaba tanto, que ilumino toda la habitación, parecía una estrella.
– ¡es una estrella!, para mí
– No, parece una estrella, pero no lo es, ¡Mira!
Entonces Verde, la coloco en su palma, y soplo muy despacito. Como por arte de Magia, Apareció Papa Noel, con su traje rojo, su barba blanca, sus coloretes resplandecientes, y su ho-ho-ho.
Andrea no podía creer lo que allí estaba sucediendo, y casi se queda sin respiración, era Papa Noel, era él, sin duda alguna.
– ¡ho-ho-ho! ¿A quién le tengo que dar un beso?
Dijo Noel, Andrea se puso muy nerviosa, y mientras brincaba de rodillas en la cama, le respondió
– ¡A mí!, soy yo, a ¡mi!
Noel se acerco despacio, se sentó en la cama, dio dos palmadas en su pierna derecha, Andrea entendió perfectamente lo que quería Noel, él quería que se sentara en sus rodillas, así que Andrea no lo dudo, y se sentó.
– ¡Bien!, creo que te llamas Andrea, y debes ser una niña ya no buena, si no requetebuena, me han dicho que quieres un beso, así que este es para ti.
Noel la dio un besazo enorme con todo el cariño, que se puede dar, tras lo cual desapareció, dejando a Andrea sentada al borde de la cama.
A Verde se le caían los lagrimones por la cara, era un sentimental, que le iba hacer. Cuando Andrea vio como Verde lloraba, se acerco y le dio un beso, después otro, y luego un cariñito.
– ¡Muchas gracias Verde!, este regalo no podre olvidarlo, nunca, nunca, tengo un beso del verdadero Papa Noel.
– Bueno, ahora acostémonos y durmamos, que mañana nos espera un día muy largo.
Se metieron los dos en la cama, enseguida se quedaron dormidos, el día había sido habido de sensaciones, y les dejo vencidos.
Fin ……..
Andrea y Verde seguro nos traerán este año muchas más aventuras.
Fin….