Es parte de su proceso de aprendizaje. El miedo a los animales, a la oscuridad, a los bichos… estarán presentes en su vida. Tu misión es ayudarle a superarlos para que no le paralicen o se conviertan en fobias. Pero, tranquila, los miedos razonables tienen sus ventajas. Por un lado, le harán consciente de los peligros reales de la vida y, por otro, una vez superados, fortalecerán su autoestima.
Si bien habrá miedos muy “personales” –le puede coger terror a la señora del cuadro del salón o al sonido que emite un juguete–, lo habitual es que el origen de sus sobresaltos esté en cuestiones que a la mayoría de los niños le asusta alguna vez en su vida.
Los más típicos son:
– La ausencia de los padres. Cuando las personas que les cuidan –especialmente, mamá– se alejan de su lado, sufren miedo al abandono. Se trata de un temor que suele aparecer antes del año, está muy acusado hacia los 2 o 3, y puede extenderse hasta los 6.
– La oscuridad. Es quizás el miedo más universal que surge alrededor de los 2 años. Cuando se apaga la luz, la imaginación se dispara, los ruidos se malinterpretan… y además, todo ocurre cuando él está solo en la habitación.
– Los desconocidos. Aparece a muy temprana edad –hacia los 8 meses de vida– y puede durar bastantes años.
– Los ruidos fuertes, sobre todo si son repentinos. También aparece desde bebés, y se puede mantener más allá de los 5 años.
– Los médicos. La bata blanca se relaciona con el miedo al dolor, o con el hecho de no saber lo que le van a hacer.
– El agua de la piscina o del mar. Nace de nuestra propia condición de humanos, puesto que no podemos respirar bajo el agua. También puede surgir de una mala experiencia o de un aprendizaje mal encauzado.
– La altura. En principio, no suelen tenerlo –de hecho, los niños se tiran por el tobogán sin problemas–. Pero si detectan angustia en el adulto cuando se suben al columpio, entonces, pueden empezar a sentir que es peligroso.
– Los animales. Los perros suelen provocar algunos malos tragos. Se trata de un miedo fruto de alguna mala experiencia porque ellos, en principio, no suelen temerlos –se acercan a ellos, les acarician… hasta que un día el perro se revuelve, y le ladra o se le sube encima.
– Las personas disfrazadas. Alrededor de los 3 años aparece el miedo a las personas disfrazadas, las caretas… porque aún no saben que no son de verdad.
– Los monstruos, las brujas… Entre los 5 y los 7 años, surge el temor a los seres imaginarios que, por otro lado, tanto les atraen.