Cuento para niños: La cometa de Albert

Cuento para niños: La cometa de Albert

Un día Albert vio un reportaje de cometas acrobáticas por la televisión, vio muchos tipos de cometas, pero lo que más le gustó fueron las acrobacias que algunos propietarios hacían con ellas desde la orilla de la playa.

Al día siguiente no pudo contener su emoción y le contó todo a su amiga Raquel,  ella le dijo que su padre una vez le construyó una, pero que no se acordaba ni siquiera que pasó con ella, porque de eso hacía ya un par de años, y esos son muchos años  para una niña de apenas siete.

Sin embargo ni Albert ni Raquel se quedaron sin hacer más nada tras aquella conversación, ambos se miraban bien callados, quizás estaban pensando lo mismo.

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-¡Raquel!

-¿Qué?

-¿Tú crees que tu padre nos construiría otra?

-No creo, últimamente llega muy tarde de trabajar

-¡Vaya lo siento!

-¡Ah! No te preocupes, vamos a pensar como lo hacemos

Volvieron a quedarse callados, pero no callados de cualquier forma, callados de pensar, y así estuvieron un buen rato hasta que Raquel tuvo una idea

-La verdad es que sería estupendo tener una cometa

-¡Lo sé!

-Es otoño y como hace aire podríamos volarla fácilmente

-¡Es cierto! Pero… ¿Cómo se hace una cometa?

-En algún libro debe ponerlo

-¿Tienes libros de cometas en casa?

-¡No! y… ¿tú?

-¡Yo tampoco!

-Pues así no avanzamos mucho

-¿Dónde podríamos conseguir un libro de cometas?

-Vamos a ver… para conseguir un libro… o se tiene, o te lo regalan, o te lo compran

-No lo tenemos, queda mucho para nuestros cumples, y algo menos para Navidad, así que estamos apañados

-También podemos ir a buscarlo a una biblioteca

-¿Una biblioteca?

-Si… ¿has ido alguna vez?

-¡No!

-¡yo tampoco! Pero seguro que cerca tenemos una, he oído que en el cole existe una

-¡Ya…! La de los mayores

-¿Eso quien lo dice?

-No lo dice nadie, yo sédóndeestá, justo en el pasillo que da al despacho de la directora, y cuando mi madre ha ido allí por algún asunto, solo he visto a mayores salir y entrar de ella

-Pero… has leído si pone un cartel que ponga…. “para uso exclusivo de mayores”

-¡No me he fijado!

-Pues mañana quedamos a la salida de clases y vamos a mirar si lo pone o no

Fue así como Albert y Raquel fueron juntos hasta la biblioteca, se sentaron en la bancada del pasillo hasta que se armaron de valor para leer los diferentes carteles que estaban pegados en la puerta.

Había uno de jornadas literarias, otro en el que ponía el horario, otro del ministerio de cultura festejando el día del libro, pero ninguno que pusiese quienes podían entrar y quiénes no.

Mientras los leían escucharon que alguien se acercaba caminando por el pasillo, se asustaron tanto que echaron a correr  muy… muy deprisa.

Cuando ya estaban fuera del colegio y antes de que sus madres les separasen para regresar a casa, hablaron en voz baja aunque sin apenas aliento, por culpa de la carrera

-Allí no pone nada Raquel

-¡Es cierto! Mañana a la misma hora y vemos que podemos hacer

Ninguno de los dos se podía quitar de la cabeza lo de la cometa, y las horas hasta que llegó el momento se les hicieron interminables.

Pero una vez allí tenían que tomar una decisión, la que fuese pero debían tomarla.

-Y… si entramos

-Y… si no nos dejan

-Pues si no nos dejan pedimos perdón y nos vamos

-¿Entras tu primero Raquel?

-Yo abro la puerta y entramos juntos

-¡Vale!

Raquel abrió la puerta muy despacio, en una mesa del fondo estaba la profesora de mates Yolanda, que les lanzó una mirada por encima de sus gafas sin levantar la cabeza de los libros. Como no les dijo nada avanzaron dos pasos hacia adelante y siguieron mirándola. La profesora hizo como que no pasaba nada, y muy despacio se fueron andando hacia una de las estanterías.

Aquel lugar del colegio olía a libros por encima de todas las cosas, no olía a lapiceros, ni a plastilinas, olía únicamente a libros nuevos, era un perfume que casi se te quedaba impregnado en la ropa.

Se pusieron a mirar libro por libro, llevaban mirados más de veinte cuando la profesora de Mates les hablo desde su espalda.

-¿Qué buscáis?

Ambos pegaron un respingo y se pusieron nerviosos, pero tenían que decirle que buscaban, para que les pudiera ayudar.

-¡Un libro sobre cometas!

-Manualidades tercer pasillo  estantería derecha,  antes de llevároslo pasad a que os haga la ficha

Corrieron hacia el tercer pasillo y Yolanda les regaño

-¡En la biblioteca no se corre! Los libros no se van a mover del sitio

Albert y Raquel se pusieron a buscar, justo entre el cuarto y sexto libro encontraron uno de cometas. Lo abrieron y vieron que allí venia como hacer multitud de cometas y todo muy detallado. Fueron con él hasta la mesa de la profesora, esta les abrió ficha, y les dijo que lo trajeran antes de quince días, o se lo reclamarían a sus padres. Ambos asintieron para decirle que estaban de acuerdo con aquello, y se marcharon sin correr.

De camino acordaron que en el recreo  mirarían aquel libro para ver qué es lo que tenían que hacer.

Albert decidió llevárselo a casa, y se pasó toda la tarde leyendo y viendo las diferentes formas que existían de hacer cometas, desde las más simples a las más complicadas.

Todo lo demás fue fácil, escogieron una que no era muy simple, pero que tampoco era muy complicada, la hicieron juntos. Y se fueron a volarla una tarde de viento.

Y es que los libros sirven para mucho más que para aprender lo que nos enseñan en el colegio.

Por Estrella Montenegro

 

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