Cuento infantil: Una sorpresa para Hugo
Tina pasó una vez más el peine por el flequillo para echarlo a un lado, no quería que Hugo fuese despeinado a clase. Aunque había cumplido nueve años en agosto, era la primera vez que iba a clase con otros niños, apenas serían un par de horas a la semana, pero esas horas eran importantes para él.
Cuarenta y cinco minutos el martes a partir de las diez, y cuarenta y cinco minutos el viernes a partir de las once, esos dos días a la semana asistirá a clase de plástica con otros niños.
Terminó de peinarle, le colocó la ropa, Hugo cogió una pequeña mochila que colgaba en la percha del pasillo. Contenía todos sus secretos, sus más preciado tesoros, nunca abandonaba su mochila, fuese donde fuese siempre iba con él. Tina tuvo que pedir permiso para que se la dejasen llevar a clase, y Begoña su profesora estuvo de acuerdo desde un principio.
Tina le miró, volvió a colocarle la ropa una vez más y comenzó a hablarle para que no tuviese miedo.
-Vas a estar en una clase con más niños, allí podrás dibujar con los colores que más te gusten, modelar con `plastilinas, recortar pales de colores y hacer collage, allí podrás hacer cosas maravillosas, y… conocerás a niños, no te preocupes si no quieres hablar con ellos… no… hables, no hagas nada que no quieras hacer, pero pórtate bien, haz caso a tu señorita, se llama Begoña ella te ayudará en todo lo que necesites.
Hugo miró para otro lado, a veces parecía distraído, parecía que no escuchaba, aunque si lo hacía, simplemente era su forma de ser, él era así.
Su madre le llevó a la puerta de clase, dio dos golpecitos con el puño, abrió una chica joven con una bata con estampados de lapiceros de colores, en la clase había doce niños más pequeños que él, todos le sonreían, pero Hugo se sentó solo, le gustaba estar solo, se sentía más cómodo.
Aquel día no hizo nada, simplemente se sentó pego la mirada a su mesa vacía. Hizo lo mismo las cuatro clases siguientes.
Un día sus compañeros dieron una clase especial donde hablaron de él, de cómo percibía el mundo, y de que había que darle tiempo.
Pero los compañeros de Hugo querían que se sintiese a gusto, querían que supiese que ellos estaban contentos de que pudieran compartir la hora de plástica juntos. Así que decidieron hacerle un regalo de bienvenida, lo meditaron mucho, incluso tuvieron en cuenta la opinión de los padres de él para hacerlo. A todos les pareció buena idea.
Buscaron el mejor de los regalos, no abultaba mucho, media menos que la zapatilla del número cuarenta y seis que usaba su profesor de gimnasia. Lo metieron en una caja con agujeritos, firmaron todos y le pusieron un gran lazo, lo dejaron sobre la mesa de Hugo y esperaron que llegase.
Cuando su madre lo dejó en clase, vio aquella caja agujereada, llena de de firmas envuelta con un gran lazo rojo, retiro la silla… se sentó como si aquello no fuera con él, entonces su madre se acercó y le habló.
-¡Pero si es un regalo! Seguro que te lo han hecho tus compañeros ¿No lo vas a abrir?
Tina miraba a su hijo con impaciencia, sabía que le gustaban los regalos, que le asustaban un poquito era cierto, pero una vez los abría se sentía feliz. Hugo tiró de una punta del lazo y este se deshizo, algo se movía dentro, y esto hizo que se levantara de la silla y se escondieratras la espalda de su madre.
-¡Pero que es esta cosa tan pequeñita!
Dijo su madre mientras abría las tapas de aquella caja, Hugo miraba por detrás del brazo y la agarró muy fuerte cuando descubrió que aquel paquete contenía un cachorrito. Entonces su profesora se acercó para acariciarle y le dijo…
-Hugo este cachorrito te lo regalan tus compañeros, quieren que sepas que les importas, tienes que ponerle un nombre y cuidarle mucho, tener un perro es algo que conlleva responsabilidad.
Hugo se puso frente a la pizarra, y mirando al suelo dio las gracias en voz baja, luego corrió hacia su mesa, saco al cachorro de la caja y tiró de la mano de su madre para que se fueran.
Tina sabía lo que su hijo quería, dio las gracias a todos, se excusó y regresaron a casa. Hugo no dejaba a aquel cachorro a solas ni un momento, le miraba… le observaba, jugaba con él, le hizo una cama con camisetas viejas en un rincón, incluso fueron a comprarle pienso al centro comercial, también se pasaron por el veterinario para pedir cita
Por la mañana cuando Tina se levantó vio como Hugo había pegado un cartel encima del rincón donde se había acomodado el nuevo miembro de la familia, en él ponía “Sorpresa”.
Desde entonces Hugo y Sorpresa iban a todos los lados juntos, al parque juntos, a dar una vuelta… ¡juntos!, incluso le acompaña los días que iba al colegio.
Aquello fue sin lugar a dudas un antes y un después, puesto que no volvió a mirar a la mesa durante la hora de plástica sin hacer más nada, desde aquel día que sus compañeros le mostraron lo mucho que les importaba, Hugo comenzó a dibujar y a realizar trabajos con ellos, no les miraba mucho, tampoco les hablaba mucho. Pero ellos le entendían y le querían tal y como era, y sabían que era muy feliz, porque siempre dibujaba grandes sonrisas.
Estrella Montenegro